Recibirán poder, cuando haya venido sobre ustedes el Espíritu Santo, y me serán testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Hechos 1:8
Invitatorio y Salterio
Señor, abre nuestros labios.
Y nuestra boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. ¡Aleluya!
Adoren al Señor en la hermosura de la santidad: vengan y adorémosle.
Jubilate Salmo 100
Regocíjense en el Señor, pueblos todos; *
sirvan al Señor con alegría;
vengan ante su presencia con cánticos.
Sepan que el Señor es Dios; *
él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entren por sus puertas con acción de gracias,
en sus atrios con alabanza; *
denle gracias, y bendigan su Nombre;
Porque el Señor es bueno;
para siempre es su misericordia; *
su fidelidad perdura de generación en generación.
Salmo 148
¡Aleluya!
Alaben al Señor desde los cielos; *
alábenle en las alturas.
Alábenle, todos sus ángeles; *
alábenle, toda su hueste.
Alábenle, sol y luna; *
alábenle, todas las estrellas lucientes.
Alábenle, cielos de los cielos; *
alábenle, aguas que están sobre los cielos.
Alaben el Nombre del Señor, *
porque él mandó, y fueron creados.
Los afirmó eternamente y para siempre; *
les dio una ley que no pasará.
Alaben al Señor desde la tierra, *
monstruos marinos y todos los abismos;
Fuego y granizo, nieve y bruma, *
viento tempestuoso que ejecuta su voluntad;
Montes y todas las colinas, *
árboles frutales y todos los cedros;
Bestias silvestres y todo ganado, *
reptiles y aves aladas;
Reyes de la tierra y todos los pueblos, *
príncipes y jefes del mundo;
Mozos y doncellas, *
viejos y jóvenes juntos.
Alaben el Nombre del Señor, *
porque sólo su Nombre es excelso,
su gloria sobre la tierra y los cielos.
Ha alzado el cuerno de su pueblo,
y alabanza para todos sus fieles, *
los hijos de Israel, el pueblo cercano a él.
¡Aleluya!
Salmo 149
¡Aleluya!
Canten al Señor cántico nuevo, *
su alabanza en la congregación de los fieles
Alégrese Israel en su Hacedor; *
gócense los hijos de Sión en su Rey.
Alaben su Nombre con danzas, *
con tambor y arpa cántenle alabanza;
Porque el Señor se complace en su pueblo, *
y adorna con victoria a los humildes.
Regocíjense los fieles en su triunfo, *
y alégrense sobre sus camas.
Estén las alabanzas de Dios en sus labios, *
y la espada de dos filos en su mano;
Para tomar venganza de las naciones *
y castigar a los pueblos;
O Para atar a sus reyes con grillos, *
y sus nobles con eslabones de hierro;
Para ejecutar en ellos la sentencia decretada; *
esto es gloria para todos tus fieles.
¡Aleluya!
Salmo150
¡Aleluya!
Alaben a Dios en su santo templo; *
alábenle en la bóveda de su poder.
Alábenle por sus proezas; *
alábenle por su inmensa grandeza.
Alábenle con el bramido del corno; *
alábenle con lira y arpa.
Alábenle con tambores y danzas; *
alábenle con cuerdas y caramillo.
Alábenle con címbalos resonantes; *
alábenle con címbalos clamorosos.
Todo lo que respira, *
alabe al Señor.
¡Aleluya!
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: *
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Las Lecciones
Josué 1:1-18
Después de la muerte de Moisés, Yavé habló a Josué, hijo de Nun, el ayudante de Moisés. Le dijo: «Moisés, mi servidor, ha muerto. Tú, ahora, atraviesa junto con todo el pueblo el Jordán y pasa a la tierra que daré a los israelitas. Como se lo dije a Moisés, les daré cualquier lugar que pise tu pie, esto es, desde ese desierto hasta el Gran Río, el río Eufrates. Todo el territorio desde los hititas al Gran Mar hacia el lado del sol poniente será su tierra. Mientras vivas, nadie podrá resistirte. Estaré contigo así como estuve con Moisés, no te olvidaré ni te abandonaré jamás. ¡Sé valiente y ten ánimo! Tú harás que este pueblo tome posesión del país que juré darles a sus padres. ¡Sé valiente y ten ánimo! Trata de observar en todos sus puntos la ley que te dio mi servidor Moisés. No te apartes ni a la derecha ni a la izquierda, y tendrás éxito por donde vayas. Releerás constantemente este libro de la Ley. Lo meditarás día y noche para que actúes en todo según lo que allí está escrito: de ese modo llevarás a cabo tus proyectos y tendrás éxito. Esta es mi orden: Sé valiente y ten ánimo; no tiembles ni tengas miedo; Yavé tu Dios está contigo adonde quiera que tú vayas». Josué dio esta orden a los escribas del pueblo: «Recorran el campamento y den al pueblo estas instrucciones: Preparen sus provisiones, porque en tres días más van a atravesar el Jordán para ir a conquistar el país que les dará Yavé su Dios». Josué se dirigió luego a la tribu de Rubén, a la de Gad y a la media tribu de Manasés: «Acuérdense de lo que Moisés, el servidor de Yavé, les mandó: Yavé su Dios, dijo, les ha dado este territorio para que sea el descanso de ustedes. Pero van a dejar a sus mujeres, a sus niños, y a sus rebaños en este territorio que Moisés les dio a este lado del Jordán, y pasarán armados delante de sus hermanos. Todos ustedes, que son guerreros valientes, los ayudarán hasta que Yavé haya dado a sus hermanos el descanso así como lo hizo con ustedes, y hasta que tomen posesión también del territorio que Yavé les asignó. Entonces volverán ustedes a las tierras que les tocaron, es decir, al territorio que les dio Moisés, a este lado del Jordán, hacia el lado del sol naciente». Le respondieron a Josué: «Haremos todo lo que nos mandes e iremos adonde quieras enviarnos. Te obedeceremos en todo igual como obedecimos a Moisés. Y ojalá Yavé tu Dios esté contigo así como estuvo con Moisés. Aquel que no te obedezca ni haga caso de lo que tú mandes será reo de muerte; en cuanto a ti, sé valiente y manténte firme».
Cántico de Zacarías Benedictus Dominus Deus
San Lucas 1:68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, *
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
Suscitándonos un poderoso Salvador *
en la casa de David su siervo,
Según lo había predicho desde antiguo *
por boca de sus santos profetas.
Es el Salvador que nos libra de nuestros enemigos,
y de la mano de todos los que nos odian,
Realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, *
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán;
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos, *
le sirvamos con santidad y justicia
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, *
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, *
Anunciando a su pueblo la salvación, *
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, *
nos visitará el sol que nace de lo alto,
Para iluminar a los que viven en tinieblas y
en sombra de muerte, *
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: *
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Hechos 21:3-15
Divisamos la isla de Chipre y, dejándola a la izquierda, navegamos rumbo a Siria. Atracamos en Tiro, pues el barco debía dejar su carga en aquel puerto. Aquí encontramos a los discípulos y nos detuvimos siete días.
Advertían a Pablo con mensajes proféticos que no subiera a Jerusalén; pero a pesar de ello, cuando llegó la fecha en que debíamos marchar, partimos. Nos acompañaron todos con sus mujeres y niños hasta fuera de la ciudad, y llegados a la playa, nos arrodillamos y oramos. Después de los abrazos subimos a la nave, mientras ellos volvían a sus casas. De Tiro fuimos a Tolemaida, terminando así nuestra travesía. Saludamos a los hermanos y nos quedamos un día con ellos. Al día siguiente nos dirigimos a Cesarea. Entramos en casa de Felipe, el evan gelista, que era uno de los siete, y nos hospedamos allí; tenía cuatro hijas que se habían quedado vírgenes y tenían el don de profecía. Llevábamos allí algunos días, cuando nos salió al encuentro un profeta de Judea, llamado Agabo. Se acercó a nosotros, tomó el cinturón de Pablo, se ató con él de pies y manos y dijo: «Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos al dueño de este cinturón y lo entregarán en manos de los extranjeros.» Al oír esto, nosotros y los de Cesarea rogamos a Pablo que no subiera a Jerusalén. Pero él nos contestó: «¿Por qué me destrozan el corazón con sus lágrimas? Yo estoy dispuesto no sólo a ser encarcelado, sino también a morir en Jerusalén por el Nombre del Señor Jesús.» Como no logramos convencerlo, dejamos de insistir y dijimos: «Hágase la voluntad del Señor.» Pasados aquellos días, terminamos los preparativos del viaje y su bimos a Jerusalén.
Te Deum Te Deum laudamus
A ti, como Dios, te alabamos;
a ti, Señor, te reconocemos;
a ti, eterno Padre, te venera toda la tierra.
Los ángeles todos, los cielos y todas
las potestades te honran;
los querubines y serafines te cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
la brillante muchedumbre de los mártires.
A ti te glorifica la santa Iglesia por todo el orbe;
A ti, Padre de majestad inmensa,
a tu adorable, verdadero y único Hijo,
también al Espíritu Santo, el Paráclito.
Tú eres el Rey de la gloria, oh Cristo;
tú eres el Hijo único del Padre;
tú, al hacerte hombre para salvarnos,
no desdeñaste el seno de la Virgen.
Tú, quebrantando el aguijón de la muerte,
abriste a los creyentes el reino del cielo.
Tú estás sentado a la derecha del Padre.
Creemos que un día has de venir como juez.
Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos contemos entre tus santos.
Credo de los Apóstoles
Creo en Dios Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor.
Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo
y nació de la Virgen María.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato.
Fue crucificado, muerto y sepultado.
Descendió a los infiernos.
Al tercer día resucitó de entre los muertos.
Subió a los cielos,
y está sentado a la diestra de Dios Padre.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de los muertos,
y la vida eterna. Amén.
Plegarias
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Porque tuyo es el reino,
tuyo es el poder,
y tuya es la gloria,
ahora y por siempre. Amén.
A
Señor, muéstranos tu misericordia;
Y concédenos tu salvación.
Reviste a tus ministros de justicia;
Que cante tu pueblo de júbilo.
Establece, Señor, la paz en todo el mundo;
Porque sólo en ti vivimos seguros.
Protege, Señor, a esta nación;
Y guíanos por la senda de justicia y de verdad.
Que se conozcan en la tierra tus caminos;
Y entre los pueblos tu salvación.
Señor, que no se olvide a los necesitados;
Ni se arranque la esperanza a los pobres.
Señor, crea en nosotros un corazón limpio;
Y susténtanos con tu Santo Espíritu.
Oh Dios, tú nos alegras con el recuerdo semanal de la gloriosa resurrección de tu Hijo nuestro Señor: Concédenos tal bendición en este día, mediante nuestra adoración, que ocupemos todos los días de esta semana en tu favor; por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Oh Señor, atiende, en tu bondad, las súplicas de tu pueblo que clama a ti, y concede que podamos percibir y comprender lo que debemos hacer, y tengamos también la gracia y el poder para cumplirlo fielmente; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.
Oh Dios, autor de la paz y amante de la concordia, conocerte es vida eterna, y servirte, plena libertad: Defiende a estos tus humildes siervos de todos los asaltos de nuestros enemigos; para que, confiados en tu protección, no temamos la fuerza de ningún adversario; por el poder de Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Señor Jesucristo, tú extendiste tus brazos amorosos sobre el cruel madero de la cruz, para estrechar a todos los seres humanos en tu abrazo salvador: Revístenos con tu Espíritu de tal manera que, extendiendo nuestras manos en amor, llevemos a quienes no te conocen a reconocerte y amarte; por el honor de tu Nombre. Amén.
Puede seguir intercesiones y acciones de gracias
Oración de San Juan Crisóstomo
Dios todopoderoso, que nos diste la gracia para unirnos en este momento, a fin de ofrecerte nuestras súplicas en común; y que, por tu muy amado Hijo, nos prometiste que, cuando dos o tres se congregan en su Nombre, tú estarás en medio de ellos: Realiza ahora, Señor, nuestros deseos y peticiones como mejor nos convenga; y concédenos en este mundo el conocimiento de tu verdad y en el venidero, la vida eterna. Amén.
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos nosotros, ahora y siempre. Amén. 2 Corintios 13:14
Oficio para el Mediodía
Oh Dios, dígnate librarnos.
Señor, apresúrate a socorrernos.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. ¡Aleluya!
Salmo 119 Lucerna pedibus meis
Lámpara es a mis pies tu palabra, *
y lumbrera en mi camino.
He jurado y estoy resuelto *
a guardar tus rectos juicios.
Afligido estoy en gran manera; *
vivifícame, oh Señor, conforme a tu palabra.
Acepta, oh Señor, la ofrenda voluntaria de mis labios, *
y enséñame tus juicios.
Mi vida está siempre en peligro; *
por tanto no olvido tu ley.
Me tendieron lazo los malvados, *
pero yo no me desvié de tus mandamientos.
Son tus decretos mi herencia eterna, *
en verdad, el gozo de mi corazón.
Mi corazón incliné a cumplir tus estatutos, *
eternamente y hasta el fin.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: *
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Romanos 5:5
Demos gracias a Dios.
Demos gracias a Dios.
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Señor, escucha nuestra oración;
Y llegue a ti nuestro clamor.
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles, "La paz les dejo, mi paz les doy": No mires nuestros pecados sino la fe de tu Iglesia; y concédenos la paz y la unidad de esa Ciudad celestial; donde con el Padre y el Espíritu Santo tú vives y reinas ahora y por siempre. Amén.
Se puede ofrecer intercesiones libres.
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.