Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Colosenses 3:1
Invitatorio y Salterio
Señor, abre nuestros labios.
Y nuestra boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. ¡Aleluya!
La misericordia del Señor es para siempre: vengan y adorémosle.
Venite Salmo 95:1-7
Vengan, cantemos alegremente al Señor; *
aclamemos con júbilo a la Roca que nos salva.
Lleguemos ante su presencia con alabanza, *
vitoreándole con cánticos;
Porque el Señor es Dios grande, *
y Rey grande sobre todos los dioses.
En su mano están las profundidades de la tierra, *
y las alturas de los montes son suyas.
Suyo el mar, pues él lo hizo, *
y sus manos formaron la tierra seca.
Vengan, adoremos y postrémonos; *
arrodillémonos delante del Señor nuestro Hacedor;
Porque él es nuestro Dios;
nosotros el pueblo de su dehesa, y ovejas de su mano. *
¡Ojalá escuchen hoy su voz!
Salmo 18:1-20
Te amo, oh Señor, fortaleza mía, *
oh Señor, castillo mío, mi risco y mi abrigo.
Dios mío, roca mía en quien confiaré, *
mi escudo, el cuerno de mi salvación y mi alto refugio,
eres digno de ser alabado.
Invocaré al Señor, *
y seré salvo de mis enemigos.
Me sumergieron las olas de muerte, *
y torrentes del abismo me atemorizaron.
Ligaduras infernales me rodearon, *
previniéronme lazos de muerte.
En mi angustia invoqué al Señor, *
y clamé a mi Dios.
El oyó mi voz desde su templo, *
y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos.
Se sacudió y tembló la tierra, *
temblaron los cimientos de los montes,
se sacudieron, porque él se indignó.
Humo subió de su nariz
y de su boca fuego consumidor; *
carbones fueron por él encendidos.
Partió los cielos, y descendió; *
y había densas tinieblas debajo de sus pies.
Cabalgó sobre un querubín, y voló; *
sobre las alas del viento se abalanzó.
Puso tinieblas por su escondedero,
su pabellón en derredor de sí; *
oscuridad de aguas, nubes de los cielos.
Por el resplandor de su presencia, sus nubes pasaron; *
granizo y carbones ardientes.
Tronó en los cielos el Señor; *
el Altísimo dio su voz.
Envió sus saetas, y los disperso; *
lanzó relámpagos, y los destruyó.
Aparecieron las honduras de las aguas,
y se descubrieron los cimientos del mundo, *
a tu grito de guerra, oh Señor,
por la ráfaga del aliento de tu nariz.
Alargó la mano desde lo alto, y me agarró; *
me sacó de las aguas profundas.
Me libró de mi poderoso enemigo,
y de los que me aborrecían, *
pues eran más fuertes que yo.
Me asaltaron en el día de mi quebranto, *
mas el Señor fue mi apoyo.
Me sacó a un lugar espacioso; *
me libró porque se agradó de mí.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: *
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Las Lecciones
Jonás 3:1 - 4:11
Por segunda vez la palabra de Yavé llegó a Jonás y le dijo:«Levántate, vete a Nínive, la gran ciudad, y anuncia lo que yo te diga.» Se levantó Jonás y fue a Nínive, como se lo había ordenado Yavé. Nínive era una ciudad muy grande. Se necesitaban tres días para atra vesarla. Jonás entró en la ciu dad e hizo un día de camino pregonando: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida.» Los ninivitas creyeron en la advertencia de Dios y ordenaron un ayuno, y se vistieron de saco desde el mayor al menor. La noticia llegó hasta el rey de Nínive, que se levantó de su trono, se quitó el manto, se vistió de saco y se sentó sobre cenizas. Luego hizo publicar esta orden en Nínive: «Hombres y bestias no comerán ni beberán nada. Que se vistan de saco y clamen a Dios insistentemente. Que cada uno se corrija de su mala conducta y de sus malas obras. ¿Quién sabe si Dios se arrepentirá y cesará su enojo, de manera que no nos haga morir?» Al ver Dios lo que hacían y cómo se habían arrepentido de su mala conducta, se arrepintió él también y no los castigó como los había amenazado. A Jonás esto no le gustó nada, y se enojó. Se dirigió a Yavé y le dijo: «Ah, Yavé, es exactamente lo que yo preveía cuando estaba todavía en mi tierra, y por esto traté de huir a Tarsis. Yo sabía que tú eres un Dios clemente y misericordioso, paciente y lleno de bondad, siempre dispuesto a perdonar. Oh Yavé, te ruego que tomes mi vida, pues ahora es mejor para mí morir que vivir.» Yavé le contestó: «Jonás, ¿crees tú que tienes razón para enojarte así?» Pero Jonás salió de Nínive y se hizo una cabaña al este de la ciudad, para ver lo que sucedería a la ciudad. Entonces Yavé Dios hizo brotar una planta de ricino que creció por encima de Jonás para dar sombra a su cabeza y así calmarlo de su enojo. Jonás se alegró mucho por la planta. Pero al día siguiente, al amanecer, Yavé mandó un gusano que malogró la planta y la secó. Al salir el sol, Yavé hizo soplar viento caliente desde el este. El sol acaloró tanto a Jonás que éste se desmayó. Se deseó la muerte y dijo: «Mejor es morir que vivir.» Entonces Yavé le preguntó: «¿Te parece bien enojarte por este ricino?» Jonás respondió: «Sí, tengo razón para estar enojado hasta el punto de querer morir.» Yavé le replicó: «Te afliges por un ricino que no te ha costado trabajo alguno y que no has hecho crecer, que en una noche ha nacido y en una noche ha muerto. ¿Cómo, pues, yo no voy a tener lástima de Nínive, la gran ciudad, donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben distinguir el bien y el mal, y gran cantidad de animales?»
Cántico de Moisés Cantemus Domino
Exodo 15:1-6, 11-13, 17-18
Cantaré al Señor, porque es excelso y sublime; *
caballos y jinetes ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi refugio es el Señor; *
él se hizo mi Salvador.
El es mi Dios; yo lo alabaré; *
el Dios de mis padres; yo lo ensalzaré.
El Señor es valiente en la batalla: *
su Nombre es YAHVÉ.
Los carros de Faraón y su ejército precipitó en el mar; *
lo mejor de los escuderos se lo tragó el Mar Rojo.
Los cubrió el abismo; *
hasta el fondo cayeron como piedra.
Tu diestra, Señor, es gloriosa en su fuerza; *
tu diestra, Señor, aplasta al enemigo.
¿Quién como tú, Señor, entre los dioses?
¿Quién como tú, glorioso en santidad, *
venerado por sus hazañas loables, hacedor de maravillas?
Tendiste tu diestra; *
se los tragó la tierra.
Guiaste con tu misericordia al pueblo rescatado: *
lo llevaste con tu poder hasta tu santa morada.
Lo introduces y lo plantas *
en el monte de tu heredad,
El lugar de descanso que te has preparado, *
el santuario, Señor, que tus manos fundaron.
El Señor reinará *
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: *
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Hechos 27:27-44
Hacía ya catorce noches que éramos arrastrados a la deriva por el mar Adriático, cuando hacia la medianoche los marineros presintieron la proximidad de tierra. Midieron la profundidad del agua, y era de treinta y siete metros. Poco después la midieron de nuevo, y era de veintisiete metros. Temerosos de que fuéramos a chocar contra unas rocas, tiraron cuatro anclas desde la popa y esperaron ansiosamente a que amaneciera. En cierto momento los marineros intentaron huir del barco y bajaban el bote salvavidas al mar como si quisieran alargar los cables de las anclas de proa. Pero Pablo dijo al capitán y a los soldados: «Si esos hombres abandonan el barco, ustedes no se salvarán.» Entonces los soldados cortaron las amarras del bote y lo dejaron caer al agua. Como aún no amanecía, Pablo los invitó a que se alimentaran, diciéndoles: «Hace catorce días que no tomamos nada; no hacemos más que esperar y permanecemos en ayunas. Si quieren salvarse, ¿por qué no comen? Les aseguro que ninguno de ustedes perecerá, y ni siquiera uno de sus cabellos se perderá.» Dicho esto tomó pan, dio gracias a Dios delante de todos, lo partió y se puso a comer. Los otros se animaron y al fin todos se pusieron a comer. En total éramos (doscientas) setenta y seis personas en el barco. Una vez satisfechos, tiraron el trigo al mar para reducir el peso del barco. Cuando amaneció no reconocieron la tierra, pero divisaron una bahía con su playa, y acordaron hacer lo posible por encallar en ella el barco. Soltaron las anclas y las dejaron caer al mar mientras aflojaron las cuerdas de los timones; izaron al viento la vela delantera y se dejaron arrastrar hacia la playa. Pero chocaron contra un banco de arena y el barco quedó encallado: la proa se clavó y quedó inmóvil, mientras la popa se iba destrozando por los golpes violentos de las olas. Entonces los soldados pensaron en dar muerte a los presos por temor a que alguno se escapara nadando. Pero el capitán, que quería salvar a Pablo, no se lo permitió. Ordenó que los que supieran nadar se tiraran los primeros al agua y se dirigieran a la playa; los demás se agarrarían a tablones o a restos de la nave. Así todos llegamos sanos y salvos a tierra.
Gloria a Dios Gloria in excelsis
Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a quienes ama el Señor.
Por tu inmensa gloria
te alabamos,
te bendicimos,
te adoramos,
te glorificamos,
te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso.
Señor, Hijo único Jesucristo,
Señor Dios, Cordero de Dios,
Hijo del Padre:
Tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
Tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
Tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros:
Porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor,
sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo
en la gloria de Dios Padre. Amén.
Credo de los Apóstoles
Creo en Dios Padre todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor.
Fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo
y nació de la Virgen María.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato.
Fue crucificado, muerto y sepultado.
Descendió a los infiernos.
Al tercer día resucitó de entre los muertos.
Subió a los cielos,
y está sentado a la diestra de Dios Padre.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de los muertos,
y la vida eterna. Amén.
Plegarias
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Porque tuyo es el reino,
tuyo es el poder,
y tuya es la gloria,
ahora y por siempre. Amén.
A
Señor, muéstranos tu misericordia;
Y concédenos tu salvación.
Reviste a tus ministros de justicia;
Que cante tu pueblo de júbilo.
Establece, Señor, la paz en todo el mundo;
Porque sólo en ti vivimos seguros.
Protege, Señor, a esta nación;
Y guíanos por la senda de justicia y de verdad.
Que se conozcan en la tierra tus caminos;
Y entre los pueblos tu salvación.
Señor, que no se olvide a los necesitados;
Ni se arranque la esperanza a los pobres.
Señor, crea en nosotros un corazón limpio;
Y susténtanos con tu Santo Espíritu.
Te rogamos, oh Señor, que tu gracia siempre nos preceda y acompañe, para que continuamente nos dediquemos a buenas obras; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.
Oh Dios, autor de la paz y amante de la concordia, conocerte es vida eterna, y servirte, plena libertad: Defiende a estos tus humildes siervos de todos los asaltos de nuestros enemigos; para que, confiados en tu protección, no temamos la fuerza de ningún adversario; por el poder de Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Señor Jesucristo, tú extendiste tus brazos amorosos sobre el cruel madero de la cruz, para estrechar a todos los seres humanos en tu abrazo salvador: Revístenos con tu Espíritu de tal manera que, extendiendo nuestras manos en amor, llevemos a quienes no te conocen a reconocerte y amarte; por el honor de tu Nombre. Amén.
Puede seguir intercesiones y acciones de gracias
Oración de San Juan Crisóstomo
Dios todopoderoso, que nos diste la gracia para unirnos en este momento, a fin de ofrecerte nuestras súplicas en común; y que, por tu muy amado Hijo, nos prometiste que, cuando dos o tres se congregan en su Nombre, tú estarás en medio de ellos: Realiza ahora, Señor, nuestros deseos y peticiones como mejor nos convenga; y concédenos en este mundo el conocimiento de tu verdad y en el venidero, la vida eterna. Amén.
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos nosotros, ahora y siempre. Amén. 2 Corintios 13:14
Oficio para el Mediodía
Oh Dios, dígnate librarnos.
Señor, apresúrate a socorrernos.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. ¡Aleluya!
Salmo 119 Lucerna pedibus meis
Lámpara es a mis pies tu palabra, *
y lumbrera en mi camino.
He jurado y estoy resuelto *
a guardar tus rectos juicios.
Afligido estoy en gran manera; *
vivifícame, oh Señor, conforme a tu palabra.
Acepta, oh Señor, la ofrenda voluntaria de mis labios, *
y enséñame tus juicios.
Mi vida está siempre en peligro; *
por tanto no olvido tu ley.
Me tendieron lazo los malvados, *
pero yo no me desvié de tus mandamientos.
Son tus decretos mi herencia eterna, *
en verdad, el gozo de mi corazón.
Mi corazón incliné a cumplir tus estatutos, *
eternamente y hasta el fin.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo: *
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Romanos 5:5
Demos gracias a Dios.
Demos gracias a Dios.
Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad.
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga tu reino,
hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en tentación
y líbranos del mal.
Señor, escucha nuestra oración;
Y llegue a ti nuestro clamor.
Salvador todopoderoso, que al mediodía llamaste a tu siervo San Pablo para ser un apóstol a los gentiles: Te rogamos que ilumines al mundo con el resplandor de tu gloria, para que todas las naciones vengan y te adoren; tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Se puede ofrecer intercesiones libres.
Bendigamos al Señor.
Demos gracias a Dios.